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Ah, Santomé… O de la vida aburrida

Hace ya algunos 5 años que me dio por leer La Tregua. Pasé algún tiempo preguntándome cuál fue el error en la vida de Martín Santomé. Me decía que fue un buen hombre. Fue dedicado a su trabajo, aunque ciertamente en sus últimos años ya se mostraba fastidiado de sus rutinarias labores. Más importante aún, trató de ser un buen padre y, sin embargo, sus propios hijos le mostraban desinterés y hasta aversión. Me decía, también, que la muerte de Isabel fue fortuita. ¿Por qué le tocó a Santomé una vida difícil?

Ahora, finalmente, logro hacer la sencilla conexión, pues la respuesta la sugiere el mismo Benedetti en uno de sus poemas. Utilizando un lugar común, diría que su error fue poner todos los huevos en el mismo canasto.

Quizás -y solo quizás- no logró entender a tiempo que la vida es dinámica (¿caótica?), que nada es perenne. No supo reinventarse cuando debió hacerlo. Y cuando parecía encontrar su redención en Avellaneda, como a Sísifo, la piedra se le vino de nuevo abajo. Tocaba tratar de subirla otra vez más porque no existen muchas más opciones que el coraje y la esperanza; pero prefirió reservar del mundo solo un lugar tranquilo. Falló en entender que la vida no tiene paracaídas, que no existe garantía de que será justa y que ser un tipo políticamente correcto puede no bastar. Quizás.

¿Por qué le tocó a Santomé una vida difícil? Porque en la pregunta subyace la falacia de que puede no serla. Le faltó leer a Viktor Frankl.

O, sencillamente, colocarse los audífonos.

Publicado originalmente en Medium.

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